Más vale calidad que cantidad

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Más vale calidad que cantidad

El costo es tan importante como el precio

El ‘oro negro’ hoy se vende a poco más de $50 dólares por barril (precio de referencia Brent). Tanto el apodo de “Oro Negro” del crudo como las unidades que se utilizan para su cotización esconden que, en realidad, un litro de crudo se vende a 33 centavos de dólar, poco más de 6 pesos. Considerando la importancia del petróleo a lo largo y ancho de la economía global (y mexicana), que el precio del crudo hoy por hoy sea equivalente o menor que el del agua embotellada o de un refresco promedio es una buena noticia para el consumidor de energía. (Esta nota de El Economista, aunque ya desactualizada, hace comparativos interesantes).

Más allá de su impacto en el consumidor, el relativamente bajo costo del crudo enfatiza que no se trata de un producto en el que cualquier proyecto a cualquier costo está justificado. Si bien el motor de la industria petrolera es el aprovechamiento de los descubrimientos, lo que la mantiene avanzando en una dirección correcta es una adecuada gestión de costos y un énfasis en la calidad de los proyectos. De lo contrario, se perseguirían proyectos de ‘baja calidad’ que en realidad cuesten más de lo que generan, resultando pérdidas.

El concepto, por supuesto, no es exclusivo a la industria petrolera. En cualquier sector, gastar más de lo que se gana resulta en una pérdida de valor. Pero los requisitos, barreras artificiales y laberintos presupuestales que el sector energético mexicano mantuvo por mucho tiempo empujaron a este concepto, del corazón de la industria, hacia la periferia. Hoy, —bajo el nuevo modelo energético mexicano que, entre otras cosas, mandata a Pemex a operar como una empresa, si del Estado, pero también productiva (ya no paraestatal)— el concepto está recobrando su importancia.

¿Por qué podría ser bueno que Pemex renuncie a ciertos proyectos?

  • Si para la empresa el costo de producción es mayor que el precio de venta
    Pemex recientemente anunció que buscaría regresarle 95 campos al Estado mexicano, por ser un gasto. A reserva de un análisis detallado, campo por campo, el concepto hace sentido: a lo largo de su vida, prácticamente cualquier petrolera se enfrenta con situaciones en donde, con su estructura interna de costos, las características específicas del yacimiento, la tecnología a la que tiene acceso y aun su vocación como empresa, no hace sentido para ella, el desarrollar o continuar explotando algunos campos específicos. Un ejemplo reciente es la venta de activos de arenas bituminosas canadienses por parte de algunas empresas petroleras a otras.

    En el caso mexicano, a pesar de que los costos están desactualizados (por ser de 2014), la siguiente gráfica, tomada de información pública de Pemex, ilustra que el aprovechamiento de los campos de Ayatsil-Tekel implica un costo mayor al precio.

  • Si la empresa tiene acceso a mejores oportunidades

    Es importante aclarar que aun si el costo (breakeven, para usar lenguaje un poco más técnico) es menor que el precio de venta del barril en un proyecto específico, esto no necesariamente implica que una empresa determinada deba ejecutar el proyecto. Por más que el presupuesto de inversiones para exploración y producción de una petrolera como Pemex ascienda a varios miles de millones de dólares, sus recursos—como los de cualquier empresa—son limitados. Bajo este lente, la clave es concentrarse no sólo en los proyectos que realmente generan valor, sino en los que generan más valor.

    Regresando a la gráfica anterior, Pemex hace bien en concentrarse en Ku Maloob Zaap, que no sólo le da acceso a un buen volumen de reservas, sino que también tiene costos relativamente bajos. En cambio, sus inversiones en lutitas (shale), o en Chicontepec (PATG) podrían distraer recursos de campos que hoy por hoy resultan más valiosos—aunque esto de ninguna manera implica que otras empresas no podrían generar valor a partir del mismo proyecto.

  • Si otra empresa puede generar más valor en el mismo proyecto

    Aun dentro de proyectos productivos que generan valor, se puede dar el caso que, con otra visión, una empresa sea capaz reducir los costos significativamente o ampliar el horizonte productivo. Eni, como John Padilla de IPD Latin America recientemente explicó en una opinión publicada por Pulso Energético analizando el más reciente descubrimiento petrolero en territorio mexicano,

    «encontró algo que Pemex no había visto antes, después de evaluar la información del cuarto de datos…La mayor parte del descubrimiento se dio en un horizonte totalmente diferente al que Pemex había explorado.»

    Dicho de otra forma, Eni encontró el suficiente valor para considerar prioritario un proyecto que Pemex consideró secundario. Regresando a la opinión de John:

    «Esto no es, de ninguna manera, un revés para Pemex; sino un reflejo de la esencia y el espíritu de lo que la reforma energética le trajo a México: una variedad de actores con distintas experiencias, puntos de vista geológicos, perfiles de tolerancia al riesgo y estructuras de capital.»

Bien dicho.

Que Pemex tenga la capacidad de re-priorizar sus oportunidades de acuerdo con sus costos, tecnologías y estrategia es una herramienta muy valiosa—indispensable para sobrevivir y prosperar en el competitivo siglo XXI petrolero. Lo mismo para México: que nuestro país tenga acceso a visiones e inversiones adicionales (que resultan en empleos, impuestos y derrama económica) y mejoren la calidad de nuestras oportunidades petroleras no puede ser más que bueno.

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