Por: Luis Miguel Labardini
El 12 de julio fue un día importante para la industria mexicana de gas y petróleo. Como resultado de las ofertas de las rondas 2.2 y 2.3., se asignaron la mayoría de las áreas contractuales que se estaban ofertando. Las grandes ganadoras fueron las mexicanas Jaguar, Newpek, Carso y la china Kerui.
Ese mismo día, el consorcio conformado por Talos, Sierra y Premier anunció el descubrimiento de Zama, que podría almacenar hasta dos mil millones de barriles in situ. Como tal, es uno de los mayores descubrimientos en la industria en aguas someras a nivel mundial durante los últimos 20 años.
Ambos sucesos merecen que los analicemos con detenimiento.
Con respecto a los resultados de la Ronda 2.2 y 2.3, hay puntos de vista encontrados: algunos afirman que las empresas ganadoras ofertaron las mayores regalías autorizadas sin tener una evaluación seria de las áreas que le están siendo asignadas. Otros argumentan que los participantes actuaron teniendo en mente que están ante la última frontera de hidrocarburos en el mundo, después de una veda que duró 80 años. Bajo esta perspectiva, las elevadas ofertas que se registraron hacen sentido.
En cualquier caso, la decisión del Gobierno de establecer un límite máximo a la regalía adicional que se podía ofrecer en estas rondas fue muy acertada. Esta medida garantizó que las empresas no hicieran ofertas irracionales.
A pesar de los buenos resultados y acertadas decisiones de política pública, es preocupante todavía no hayan llegado a los campos terrestres las grandes petroleras independientes —que tienen portafolios de inversión diversificados, tienen más experiencia operando en estos campos y pueden tomar mejores decisiones. Esto podría explicarse, entre otras cosas, por problemas de crimen organizado o conflictos sociales difíciles de solucionar. Sin embargo, estoy convencido de que si las inversiones comprometidas empiezan a llegar a las áreas contractuales terrestres, éstas iniciarán un círculo virtuoso que contribuirá a mejorar las condiciones sociales y el estado de derecho en aquellas áreas donde se realicen dichas inversiones.
Respecto al descubrimiento en Zama, algunas personas me han preguntado cómo es posible que Pemex no hubiera podido hacer antes el descubrimiento. Esto refleja el grado de desconocimiento sobre el alto riesgo e incertidumbre que es inherente a los planes de perforación de pozos exploratorios, así como la complejidad de seleccionar una oportunidad exploratoria en un área tan grande como lo es el Golfo de México. La respuesta que doy a esa interrogante es que resulta irrelevante para el proyecto si el descubrimiento lo hizo una empresa pública o una privada. Lo que sí considero muy importante es que haya una compañía dispuesta a explorar y desarrollar los recursos.
En cualquier caso, los ingresos que genere el proyecto serán transferidos al Estado a través de las regalías y las otras contribuciones. En total, esto representa más del 70 por ciento del valor de los hidrocarburos que se comercializan. En este sentido, es mejor la diversidad de actores para asegurar el 70 por ciento de 3 millones de barriles, que sólo el 70 por ciento de 2 millones de barriles bajo el modelo de una sola empresa operadora.
En cuanto a Pemex, bajo su nuevo papel como empresa productiva del Estado y como un actor económico del nuevo sector energético, debe buscar el mayor rendimiento a la inversión que realiza. La mayor parte del valor de la producción se transferirá, por Ley, al Fondo Mexicano del Petróleo como renta económica. Por ende, los incentivos están bien alineados: entre mayor sea la producción de hidrocarburos en el largo plazo, mayor será el beneficio para el Estado y para Pemex que, a fin de cuentas, es una empresa de todos los mexicanos.
Por último, sobre Pemex, es importante difundir en la sociedad con profundidad que Pemex no retiene ni ejerce la renta económica. Una parte importante de la opinión pública piensa que los operadores privados se apropian de por una parte de la renta económica, cuando en realidad la renta es del Estado. Las empresas, en cambio, generan utilidades con las cuales buscan cubrir el costo de oportunidad del capital invertido. Para que una actividad sea económicamente viable, debe ofrecer un retorno al inversionista que sea proporcional al riesgo, pues de otra manera, la actividad no tiene viabilidad económica.
Todos los que trabajamos de alguna forma en esta industria tenemos que encontrar la forma de comunicar a la opinión pública la verdadera naturaleza de nuestro sector. Debemos incentivarla formar su opinión con base en hechos reales. Urge más debate, más opiniones informadas y bien fundamentadas, con las cuales podamos contribuir con comentarios constructivos y recomendaciones que mejoren el ambiente de inversión en el país, resultando finalmente en el desarrollo y crecimiento que buscamos.
Luis Miguel Labardini
Socio del despacho de consultoría Marcos y Asociados