Integración regional, tarea de Norteamérica

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“La Geología no conoce de fronteras políticas”, afirma un boletín de la Sociedad Geológica Mexicana de 2014, conmemorando el aniversario número 110 de la organización. Por lo tanto, al ver al futuro, el editor en jefe del boletín concluye que el foco debe continuar en las “Ciencias de la Tierra en México”, pero esto “no está en contradicción con fomentar la publicación de temas no directamente relacionados con México”. El México petrolero, dicho de otra forma, tiene mucho que aprender del mundo y el mundo petrolero de México.

Diferencias entre resultados entre países vecinos

El valor de esta perspectiva es muy claro cuando hablamos de aguas profundas y lutitas (shale). Cuencas como Perdido y plays como el Eagle Ford son claros ejemplos de cómo el potencial geológico transfronterizo, continuo por definición (aunque no indefinidamente), se puede topar con la discontinuidad de las políticas y mercados entre México y Estados Unidos. Mientras que Estados Unidos ha desarrollado miles de pozos, respectivamente en estas zonas, México apenas llega a un par de docenas. 

Es claro que, para resarcir los rezagos históricos, México debe adoptar un sistema similar —o al menos comparable— al que permitió a Estados Unidos generar este nivel de actividad, con todos los beneficios económicos y energéticos que conlleva. Hacia allá vamos: desde la propia liberalización del mercado de exploración y producción hasta la reciente publicación de un plan quinquenal con un mecanismo que, con nominaciones bien trabajadas e interpretadas puede generar condiciones equivalentes a las licitaciones de área completa (area wide leases), México ha demostrado su compromiso con adoptar las mejores prácticas internacionales. La integración de políticas regulatorias, un concepto con el que se ha trabajado por décadas, apunta en la misma dirección.

Infraestructura para intercambiar bienes: ejemplos de interconexión exitosa

Pero esta interpretación de la integración regional, que parece limitarse a las ideas y espíritu de políticas, se queda corta del verdadero potencial. Si abandonamos el mundo bajo-tierra para considerar los factores sobre la Tierra, el argumento se puede llevar más allá: México, y su sector energético en particular, no puede entenderse correctamente ignorando su posición e interconexión con el mundo. De aquí vienen, sí, varios de los retos que enfrentamos como país. Pero la geografía, cuando se entiende desde la perspectiva de oportunidades de interconexión, también es la fuente de muchas de nuestras ventajas comparativas.

En Connectography, uno de los libros más influyentes sobre relaciones internacionales en 2016, Khanna Parag argumentó que “las cadenas de suministro se convertirán en una fuente de poder más importante que los ejércitos”. En su visión, su papel en generar bienestar y seguridad hace “más necesario proteger las cadenas de suministro que las fronteras”.

Figura 1

Fuente: Connectography

Suena radical, pero tiene un punto. Por ejemplo, la integración de suministro energético entre México y Estados Unidos, ha permitido a nuestro país tener acceso a las moléculas de gas natural más baratas del mundo y a gasolinas con precios competitivos. En 2016, México exportó 582 mil barriles de crudo por día e importó 879 mil barriles de productos refinados (como gasolina y diésel). Considerando los beneficios mutuos del comercio, la creación de infraestructura de interconexión, desde nuevas terminales, gasoductos y poliductos, representa excelentes noticias. Sería difícil argumentar que las políticas de protección de nuestra frontera norte —muros, rejas o garitas— son capaces de acercarse al bienestar que genera la infraestructura que nos interconecta (como la Figura 1 ilustra) y genera oportunidades económicas en ambos lados de la frontera.

Propuesta: el upstream debe emparejarse

Contrario a lo que se ha procurado en eslabones más abajo en la cadena de valor, en el sector de exploración y producción se ha hecho poco por buscar una auténtica integración de los sistemas que nos permita realmente aprovechar las sinergias con la infraestructura, los equipos, la mano de obra y el expertise del resto de Norteamérica.  Por el diseño del antiguo modelo, los desarrollos en Cantarell o Ku-Maloob-Zaap hicieron poco por elevar la competitividad del lado estadounidense del Golfo de México. Por el contrario, desarrollos como Great White, en Perdido, pueden haber disminuido el riesgo geológico de la región, pero —bajo las políticas actuales— no necesariamente resultaron en ventajas competitivas tangibles para las fases de desarrollo de campos como Trión. Lo mismo sucede en el caso del shale, donde el de-risking geológico del Eagle Ford no ha sido suficiente para permitir que se desarrollen recursos no convencionales en la cuenca de Burgos en una escala comercial. Para regresar a nuestro punto inicial, los descubrimientos del otro lado de la frontera por supuesto que ayudaron a incrementar el entendimiento geológico. Pero eso no necesariamente nos permite hablar de una ventaja competitiva en el sentido de Connectography, de una auténtica interconexión.

En este sentido, es importante ver la integración energética regional como algo más que sólo un intercambio comercial. Por ejemplo, es necesario facilitar la cooperación y coordinación bilateral en áreas específicas donde podemos crear un mecanismo estandarizado para que las plataformas, navíos y vehículos, tripulaciones y equipos puedan ir y venir de forma eficiente, incluyendo, por supuesto a los equipos de emergencia. También podemos construir infraestructura de forma conjunta (como ductos submarinos y plataformas) que sean útiles para las empresas que trabajan en cualquiera de los dos lados de la frontera. El impulso a cadenas de proveeduría integradas es otra área de oportunidad para hacer a las empresas mexicanas y estadounidenses más competitivas.

Con la disponibilidad de equipos de respuesta inmediata en ambos lados de la frontera y el desarrollo de cadenas eficientes que intercambien información constante, se reducen los costos de operación y se incrementan los mecanismos de seguridad operativa.

Sólo si logra este objetivo se podrá hablar de una cadena de suministro integrada en el upstream, como Holanda, el Reino Unido, Dinamarca y Noruega lo han logrado en el Mar del Norte. Mientras algunos expertos hablan de convertir a Norteamérica en la región más económicamente competitiva del mundo, no se nos debe escapar un paso intermedio que, si consideramos la relevancia de la energía en todas las actividades, parece indispensable: convertir al Golfo de México en la región petrolera más competitiva del mundo.

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