2004 es un año importante para el mundo petrolero mexicano. Marca el momento en el que la producción de Cantarell no sólo dejó de crecer, sino que empezó a declinar de manera muy marcada. Con mucha razón, mucha de la situación actual se le achaca a este momento: aunque México logró que su producción a partir de otros campos —particularmente Ku-Maloob-Zaap— creciera, no fue suficiente para compensar la caída de nuestro supergigante.

Aunque no en la misma escala, 2018 empezó a delinear una historia similar. Ku-Maloob-Zaap, el gigante que hoy representa poco más del 40 por ciento de la producción nacional, redujo su producción en 121 mil barriles de petróleo crudo equivalente. Es una declinación de cerca de un 15 por ciento en un solo año.

A esta situación crítica, acentuada por la declinación de campos terrestres, le dedicamos nuestro análisis de la semana. Contrario al momento de la declinación de Cantarell, en el que estaba relativamente claro que Ku-Maloob-Zaap saldría al quite para ayudar a sostener buena parte de la producción nacional, hoy no existe esa claridad. La fila de proyectos petroleros en México ya no tiene desarrollos de ese tamaño en la chistera.

Esto, por supuesto, no significa que la historia petrolera de México esté acabada, terminada. Pero si debería ser una fuerte llamada de atención para que, como país, metamos el acelerador al uso de todas las herramientas de las que podamos echar mano para producir más: desde reconocer la importancia de los contratos petroleros ya adjudicados en la producción futuro y empezar a licitar las áreas ociosas hasta apoyar a Pemex con recursos y farmouts para que alcance las metas de inversión en su portafolio de asignaciones.

Gracias por leernos.

Pablo

pablo.zarate@pulsoenergetico.org