Cuando hablamos de fracking, generalmente lo asociamos con la producción que podría venir de los yacimientos no convencionales en México. El efecto que ha tenido el uso de esta técnica y de la perforación direccional en la revolución energética de Estados Unidos lógicamente dirige la conversación en esa dirección. Sin embargo, hay una dimensión que hoy es menos discutida y que abordamos en nuestro análisis esta semana: el uso del fracking en yacimientos convencionales. Hoy 1 de cada 4 pozos petroleros en el país utilizan esa técnica, la cual permite que se produzcan 140 mil barriles diarios de crudo y mil 200 millones de pies cúbicos de gas natural. Además, sustenta el 30 por ciento de las reservas petroleras de Pemex.

Prohibir el uso de fracking seguro en México, como lo propuso hace unas semanas el Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, corta de tajo esta producción y estas reservas. Si medimos el impacto de esta medida en el corto plazo encontramos que:

• Los 140 mil barriles de crudo ―que representan 8 por ciento de la producción petrolera nacional― equivalen a dejar sin crudo para procesar a la refinería de Tula o a recortar en 14 por ciento las exportaciones petroleras (con su respectivo impacto económico para los ingresos del país).
• Los 1,200 millones de pies cúbicos de gas natural equivalen a dejar sin este combustible a, prácticamente, todo el sector eléctrico, a Pemex para reinyección a pozos o a todo el sector industrial del país.

En el largo plazo, además, haría más ineficiente el desarrollo de los yacimientos petroleros ya que las empresas que hoy operan en México (incluyendo a Pemex) no podrían considerar su uso en los yacimientos convencionales que hoy están desarrollando para los campos terrestres, en aguas someras o en aguas profundas. En general, limita las capacidades para explotar eficientemente un yacimiento y encarece la producción.

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Alejandra

alejandra.lopez@pulsoenergetico.org