Opiniones encontradas sobre la reforma energética no ayudan a nadie

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Por: John Padilla y Duncan Wood

Con las elecciones de 2018 en pleno desarrollo, las discusiones sobre la reforma energética prácticamente se han decantado a una sola pregunta: ¿estás a favor o te opones? Como sucede en muchas cosas —y particularmente con una reforma tan estructural y compleja como lo fue la de 2013 para el sector energético— la respuesta es infinitamente mucho más compleja y matizada de lo que una solución binaria puede ofrecer. Fue con esta idea en mente que IPD Latin America, con el apoyo del Wilson Center, llevaron a cabo un grupo de foros a inicios de 2018 con gran parte de los directivos de la industria local —quienes lideran negocios que van desde la exploración y producción de hidrocarburos hasta su transformación industrial. Estos foros forjaron las bases para un artículo recientemente publicado tanto en inglés como en español, el cual puede ser consultado tanto en el sitio www.ipdlatinam.com como en https://www.wilsoncenter.org/collection/recent-publications. Este artículo toma una posición neutral. Concluye que aún hay una gran cantidad de trabajo por hacer y detalla los elementos accionables que demandan la  atención de la próxima administración.

Pensar que no se cometieron errores con la reforma energética o que sólo algunos elementos no fueron tomados apropiadamente en consideración, sería una aproximación francamente ingenua. Asumir que la apertura en el mercado no ha revelado nuevos problemas o que ciertos desarrollos del lmercado no sucedieron como se había anticipado, sería simplemente ignorante. Pero nada de lo anterior debe desviarnos de los pasos que ya dimos por la monumental reforma energética. Las letanías de nuevos actores y nueva inversión, así como la de un ecosistema más vibrante que está empezando a emerger, no deben ser obviadas por nadie que realmente quiera tener un punto de vista objetivo sobre el desarrollo de la reforma energética a la fecha. Las principales deficiencias de la reforma energética han sido, esencialmente, tiempo y circunstancias.

El ciclo de inversión de grandes proyectos de infraestructura, como los vistos en el sector energético, toma más tiempo que cualquier sexenio, y, ciertamente, más de los apenas 3 años que han transcurrido desde que se hicieron las nuevas inversiones en bloques de exploración y producción. Como tal, juzgar el éxito de la reforma energética con datos tan incompletos en esta etapa equivaldían a decidir que su hijo de tres años estudiará medicina y se convertirá en neurocirujano.

Las circunstancias, tanto nacionales como internacionales, han jugado un papel muy importante para forjar tanto la percepción como la opinión de los mexicanos respecto a la reforma energética. A pesar de los intentos del Gobierno para cambiar la percepción, la caída de los precios del petróleo después de la aprobación de la reforma en la segunda parte de 2014, obligó que tanto Pemex como las empresas petroleras mundiales se “apretaran el cinturón”. La declinación petrolera de México ya se había anticipado debido a la madurez de los campos que producía Pemex, pero nadie pudo prever que la producción caería en 565 mil barriles diarios desde 2014. Tampoco que los empleos del sector caerían en más de 100 mil entre los recortes de Pemex y las empresas de servicios; que la capacidad de refinación se iría en caída libre de un 72 por ciento en 2014 al 37 por ciento actual; que los robos de combustibles crecerían 780 por ciento desde 2012; o que habría una gran presión por convencer a cualquier individuo que había sido afectado directa y sensiblemente en su economía local, de que la reforma energética es un home run para el país. Para empeorar el panorama, los precios de las gasolinas han aumentado, generando una reacción visceral de los consumidores la cual ahora está siendo explotada con fines electorales. Los políticos han culpado a la reforma a pesar de que las causas reales han sido la debilidad del peso, el reciente aumento en el precio del crudo y la eliminación de los subsidios gubernamentales. Además, el debate público no ha logrado distinguir las circunstancias globales y de Pemex con las consecuencias reales de la reforma energética por sí misma.

Por supuesto, es parte de la naturaleza humana anhelar los buenos viejos tiempos o lo que nos es familiar cuando las cosas no salen según lo planeado. Esto mismo sucede en México en el sector de hidrocarburos después de 80 años de estar controlado por Pemex y el gobierno. Pero tratar de regresar y revivir esos tiempos rara vez resulta ser tan productivo o tan placentero como parece al inicio. Pemex ha alegado durante mucho tiempo que reducir los impuestos que paga, le convertirían en una empresa económicamente rentable. Precios más altos del petróleo sólo serían la cereza del pastel. Pero cuando le aplicamos la tasa promedio de impuestos que se aplica para los 107 contratos de exploración y producción de petróleo que han sido firmados desde que se aprobó la reforma energética (un ejemplo bastante cercano), esta premisa ya no es verdad. El gobierno ha permitido o forzado a Pemex a acumular casi 200 mil millones de dólares de deuda (casi 14 por ciento del PIB) la cual sigue aumentando. Con este monto, que incluye pasivos de pensiones no financiadas, la compañía ha perdido toda posibilidad de convertirse en una empresa rentable y sostenible en su forma actual. Con una plataforma de producción que continuará disminuyendo en el corto a mediano plazo, ningún nivel de inversión, mayores precios del petróleo o impuestos más bajos pueden proporcionar una solución a corto plazo para resolver lo que hoy aqueja a la empresa. Un Pemex saludable es crítico a largo plazo, pero se requerirán decisiones difíciles y no se puede esperar que la empresa sea “todóloga” como lo fue antes de la reforma.

Mientras el sector de hidrocarburos de México siga teniendo un peso importante en el PIB, en el empleo y en los ingresos del gobierno, es muy claro son esenciales los beneficios que pueden aportar la inversión externa y la diversificación. Volver a cualquier cosa que no abrace completamente esta realidad, tendrá consecuencias significativas. Doblar los esfuerzos para corregir aquellos elementos de la reforma energética que no están funcionando adecuadamente o como se planearon, debe ser la prioridad. Ahora no es el momento para ponerse nostálgico, sino de trabajar duro para garantizar que los beneficios de la reforma energética se hagan realidad para la economía mexicana y para sus ciudadanos en general, no solo para unos pocos.

 

John Padilla es Managing Director de IPD Latin America y Duncan Wood es director del Mexico Institute del Woodrow Wilson Center. 

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