El camino para que la Ronda 2.1 represente 8 mil millones de dólares de inversión

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La primera licitación de la Ronda Dos fue exitosa. De una forma muy directa, validó varias de las decisiones que las autoridades tomaron: en contraste directo la Ronda 1.1, el anuncio previo de los porcentajes mínimos de regalías hizo que todas las ofertas fueran viables; los máximos en regalías funcionaron bien como mecanismo de desempate, previniendo ofertas prohibitivamente altas sin generar compromiso inicial; la ampliación del tamaño de bloques (como el que Total y Shell ganaron, que coincide en parte con un bloque no adjudicado en la Ronda 1.1) demuestra. En términos porcentuales, los resultados reflejan una marcada evolución en comparación con la Ronda 1.1: de poco más de 14 por ciento a poco menos de 67 por ciento.

Sin embargo, los porcentajes de éxito, como hemos argumentado anteriormente, son una medida artificial. Una licitación de un solo bloque exitoso tendría un porcentaje de éxito de 100 por ciento, pero difícilmente se podría considerar superior a la que acabamos de vivir, con un porcentaje de éxito menor.   

Lo más importante en este momento es generar actividad; atraer inversión que más adelante se pueda convertir en producción. Jonathan Ruiz capturó ayer la perspectiva que seguramente muchos mexicanos comparten: “queremos ver dinero pronto”. En este sentido, es una excelente noticia que la Ronda 2.1 pueda generar, a lo largo de la vida de los contratos, hasta 8 mil 200 millones de dólares de inversión, como el Secretario de Energía explicó al término de la licitación.

Es una suma muy grande. Para llegar hasta allá se necesita acumular varios éxitos exploratorios —unos diez, para ser precisos. Si partimos de que se adjudicaron un total diez bloques, a primera vista puede parecer una meta demasiado ambiciosa. Para una industria que tiene al riesgo exploratorio en el corazón de sus actividades, asumir una tasa de éxito de 100 por ciento puede parecer demasiado optimista.

Por contrario-intuitivo que parezca, sin embargo, para que la cifra de inversiones estimada por las autoridades se materialice, no necesariamente se necesita éxito en cada esfuerzo exploratorio. Más bien, lo que se requiere es que el número de pozos perforados aumente significativamente.

Si las empresas perforan el número mínimo de pozos que comprometieron —un total de 9, de un universo total de 30 que había ‘sobre la mesa’— se puede asumir, después de un poco de redondeo, que entre 3 y 5 serán exitosos. (Nota: típicamente se asume que los bloques exploratorios en territorio relativamente fluctúa entre 30 y 50 por ciento.) Esto nos llevaría a inversiones totales entre 2 mil 500 y poco más de 4 mil millones de dólares.

¿Cómo, entonces, se llega a los 8 mil millones de dólares? La respuesta más directa es: yendo más allá de los compromisos mínimos de trabajo alcanzados hoy —buscando perforar no 9, sino 20 pozos.

Naturalmente, no hay ningún mecanismo contractual que hoy obligue a las empresas a generar este nivel de actividad. La realidad sería diferente si 67% de los pozos considerados en la licitación (30 en total) hubieran encontrado un operador dispuesto a comprometerse a desarrollarlos. Pero, bajo esta medida de éxito porcentual, se alcanzaron niveles más bajos: de 30%.

Pero aún hay razones para creer que la cifra de 8 mil millones es realista y viable. En México, la industria está demostrando estar dispuesta a ir más lejos, más rápido de lo previsto. Eni, por ejemplo, presentó planes de trabajo que van significativamente más allá del mínimo comprometido. Talos, Sierra y Premier están perforando su histórico pozo exploratorio más rápido de lo previsto.

En la medida en que se consigan éxitos exploratorios iniciales, no nos sorprendería que estas victorias tempranas generen, a su vez, mayor actividad e inversión. Aún más allá de los mecanismos estrictamente contractuales, el efecto bola de nieve pondría a México en camino a que estos 8 mil millones de dólares de inversión de potencial total de la Ronda 2.1 se materialicen.

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