En el sector petrolero hay proyectos que, por el riesgo que representan y el tamaño de las inversiones, necesitan del esfuerzo combinado de distintas fuerzas (económicas, técnicas, operativas, etc.) para poder transformarse en desarrollo para un país. Este es el caso de los proyectos en aguas profundas que han llegado a representar una carga considerable sobre las empresas que desarrollan, por sí solas, estas cuencas.

En nuestro análisis de esta semana hicimos una evaluación de lo que ha representado la exploración en aguas profundas para Pemex. Los 20 años que la empresa le ha dedicado a explorar en este tipo de cuencas han representado la inversión de más de 10 mil millones de dólares (buena parte fondeados con deuda). Los resultados son que se han sumado 860 millones de barriles en reservas 3P sin que tengamos todavía producción.

El trabajo que ha desarrollado la empresa en estas dos décadas ha sido valioso a partir de que ha generado un banco de información importante. Sin embargo, como país, aún estamos lejos de considerar a las aguas profundas como desriskeadas y maduras.

Con el reciente anuncio de Pemex de que se enfocará en aguas someras y campos terrestres, los contratos de exploración y producción son el comodín que asegura, al menos por un tiempo, actividad exploratoria en la región e inversiones que son varias veces lo que Pemex ha destinado hasta el momento. Sin embargo, estos contratos tienen un tiempo limitado de exploración y, sin nuevos proyectos por desarrollar y la falta de actividad de Pemex, el futuro del desarrollo de aguas profundas en México es incierto.

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Alejandra

alejandra.lopez@pulsoenergetico.org