No había suficientes piedras en los derrumbes para que cada voluntario se quedara con una en la mano. Fueron (y fuimos) tantos con el deseo de ayudar, que las manos mejor se llenaron con cajas, bolsas, ropa y comida.
Solos, en pareja, en grupos o en batallones. El voluntariado mexicano estuvo a la altura de la emergencia.
32 años después del ’85, la solidaridad mexicana que se convirtió en un referente en el mundo volvió a hacer historia. Aunque a la mitad de los mexicanos no vivieron la experiencia del ’85, demostramos que el espíritu de concordia no solo es algo aprendido, sino ya una parte de nuestra esencia. La generación de hoy escuchó durante años las historias de sus padres. Estaban listos a asumir su turno.
Los voluntarios desbordaron a las instituciones destinadas para ayudar. Bastaron apenas unas horas del desastre para que la Cruz Roja—encargada de administrar ejércitos de voluntarios a nivel internacional— dijera que ya eran tantas las muestras que no había trabajo para todos en las zonas de desastre. El gobierno federal coordinó un enorme despliegue de recursos, tanto humanos como financieros, en las distintas entidades afectadas.
Como pueblo, ayudamos de manera espontánea. Pero rápido entendimos que ser voluntario a veces también es concentrarnos en lo que hacemos mejor: #AyudarAAyudar. No todos podemos ser arquitectos, estructuralistas, rescatistas, paramédicos o topos. Sin embargo, encontramos las salidas para que nuestras ganas de ayudar se volvieran acciones. Como dijera Juan Villoro en su columna la semana pasada, el voluntario tiene muchas caras: regala sus medicinas (curado o no de espanto), reparte agua, instala una carpa con el cartel “Centro de Acopio”, organiza a sus compañeros del trabajo, vecinos y familiares para hacer una colecta. Da masajes, presta su bicicleta su celular. Da asilo a mascotas, evalúa edificios, toca su violín en un albergue, ofrece comida gratis, enlista las necesidades de los rescatistas y las anuncia con un hashtag. Ayudamos, porque alguien necesita algo que nosotros tenemos. Alguien perdió lo que otros todavía tenemos. Revivimos lo que, en su momento, Octavio Paz describió como una marea social que demostró, pacíficamente, la realidad histórica de México.
“Los gérmenes del renacimiento están en el origen (…) Hay que preservarlos y vivificarlos. (…) De ahí que sea indispensable que en la tarea de reconstrucción-rectificación que será larga y penosa, participen todos los distintos grupos sociales”.
La maratón de resistencia
Que la reconstrucción sea larga y penosa significa que, en estos días, el voluntariado cambiará de ser un sprint de 100 metros a ser un maratón. La resistencia será vital. Los edificios, las casas y los muebles llegarán a los damnificados, pero no será en automático ni inmediatamente. Tomará tiempo.
Para dar idea de la magnitud del esfuerzo:
- En la distribución probabilística de pérdidas económicas US Geological Survey (USGS) estima que la mediana del daño causado estará entre mil y 10 mil millones de dólares. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda habría 9 mil millones de pesos disponibles para contingencia de desastres, adicionales a las donaciones registradas que podrán alcanzar los mil millones de pesos. Las donaciones son cruciales para cerrar esta brecha.
- El mapa del Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL) de la NASA es un indicador fuerte de las áreas que fueron afectadas y las zonas de riesgo.
- Los sismos del 7 y 19 de septiembre dejaron casi 11 mil viviendas afectadas (909 están en el Distrito Federal de las cuales 321 tienen daños estructurales). Aunque las del 7 de septiembre ya están censadas en Oaxaca y Chiapas, aún falta hacer el conteo en Ciudad de México, Estado de México, Morelos, Puebla, Hidalgo, Tlaxcala y otros Estados que hayan resultado dañados. Terminar de revisar los edificios urge: las grietas deben revisarse antes de que suene la siguiente alarma sísmica.
- Hoy hay al menos 25 albergues en las zonas afectadas. Necesitamos mantenerlos abiertos y abastecidos hasta que todos los refugiados tengan un techo donde vivir nuevamente. Recordemos que los damnificados están en al menos 6 Estados.
Lo que Paz dijo hace 32 años hoy es más vigente que nunca. “El temblor sacudió a México, y entre las ruinas apareció la verdadera cara de nuestro pueblo.” Él preguntaba, en el contexto de un México menos democrático y plural, “¿la vieron los que están arriba?”. Con el avance en nuestra sociedad civil y en nuestra forma de comunicarnos directamente (con redes sociales) esta parte —su pregunta— hoy es menos vigente. La pregunta hoy parece ser: ¿cómo volvemos esta esencia nuestra cara permanente?