Una nueva era exploratoria

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De todos los países en las Américas que tienen reservas importantes de petróleo (más de mil millones de barriles de crudo), México es el único cuyas reservas declinaron entre 2000 y 2015, pasando de 20 mil millones a poco menos de 11 mil millones (datos en formato xls). Esto significa que la exploración en México no ha sido lo suficientemente exitosa para contrarrestar la producción.

Miles de millones de barriles 2000 2015
EUA 30.4 55.0
Canadá 181.5 172.2
México 20.2 10.8
Argentina 3.0 2.4
Brasil 8.5 13.0
Colombia 2.0 2.3
Ecuador 4.6 8.0
Perú 0.9 1.4
Venezuela 76.8 300.9

Además, el ritmo de actividad exploratoria ha caído significativamente. De acuerdo con la Comisión Nacional de Hidrocarburos, en 2009, se perforaron 71 pozos exploratorios. Aún antes de la caída de los precios de petróleo en 2014, la actividad exploratoria había disminuido a prácticamente la mitad entre 2010 y 2013. En 2016 se perforaron un total de 22 pozos petroleros exploratorios—prácticamente 70 por ciento menos comparado con 2009.

Si consideramos que, como explicamos en otro artículo de este mismo número, los campos actuales sólo podrán aportar 300 mil barriles diarios de crudo para 2040, el panorama, si no se revirtiera la tendencia, sería poco alentador.

México necesita inversiones en exploración—en descubrir petróleo nuevo. Esto es un objetivo central del Nuevo Modelo Energético Mexicano. Como la introducción del nuevo Plan Quinquenal de la Secretaría de Energía señala,

“el objetivo del plan (y las rondas) es incentivar la inversión en el sector petrolero nacional para incrementar el conocimiento del subsuelo, la tasa de restitución de reservas y la producción, ampliando la capacidad del Estado en materia de exploración y extracción de hidrocarburos.”

Durante la Ronda Uno, se comprometieron ocho pozos exploratorios en aguas profundas. Son excelentes resultados que impulsan significativamente el esfuerzo exploratorio del país.

Sin embargo, si consideramos el tamaño del reto (como lo describimos en nuestro primer número), se necesita acelerar el paso—se necesita realmente entrar a una nueva era exploratoria. Parte de la aceleración podrá provenir de incrementar la oferta de bloques, como la nueva iniciativa de SENER propone.

Pero otra parte muy importante podría venir de un mayor énfasis en el programa de trabajo como variable del licitación. Si todos los ganadores hubieran ofertado el compromiso máximo de trabajo (equivalente a dos pozos exploratorios), y todos los bloques se hubieran adjudicado, el número de pozos exploratorios comprometidos se hubiera duplicado, llegando a 16. Es decir, en una sola licitación, el Estado hubiera podido lograr que las empresas comprometieran casi tres cuartas partes de los pozos exploratorios desarrollados durante 2016. La hazaña es aún más relevante si consideramos el contexto: se tratarían de pozos de aguas profundas, los más caros y tecnológicamente avanzados (p. 103-129).

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