El gas natural: de actor secundario en bajada a protagonista en ascenso

Share:

El gas natural mexicano en años recientes: actor secundario que va de bajada

76% del gas natural que se produce en México es ‘gas asociado’. Es decir, tres cuartas partes de nuestro gas se obtienen como un co-producto en algún proyecto enfocado en extraer petróleo.

Esto no siempre ha sido así. Entre 2007 y 2009, cuando la producción del gas alcanzó máximos históricos sólo 56 por ciento del gas era asociado. El gas mexicano se ha relegado—tanto por causas estructurales como por la competitividad del gas estadounidense, que lleva prácticamente una década aprovechando sus recursos shale—a un producto que, en una mayoría de los proyectos que lo obtienen, es considerado secundario. El resultado se refleja en la balanza comercial: las importaciones de gas representan cerca del 50 por ciento de nuestro consumo.

Si la demanda de México por gas natural fuera en descenso, el tema sería pasajero y poco importante. Pero la realidad es otra. Por ser abundante, económico (ahora, en algunas regiones) y más limpio que otras alternativas, el gas se ha convertido en una estrella del sector energético. De acuerdo con los pronósticos más recientes se espera que la demanda crezca en más de 20 por ciento durante los próximos 15 años (p. 45).

Si el gas sigue siendo un producto secundario, es predecible que las importaciones aumenten sostenidamente en los siguientes años. Pero una mirada de cerca al potencial del gas ‘no asociado’ en México—que, de acuerdo con la Sener, podría incrementar su ritmo de producción al doble durante los próximos 15 años—nos enseña un camino para evitar e incluso revertir esta tendencia.

El shale gas es un claro candidato para ser el protagonista de esta transformación.

El shale: un protagonista que promete

La ya probada capacidad del shale para transformar a la industria de gas y petróleo de Estados Unidos—que pasó de declinación sostenida a rápido crecimiento—es un punto de partida para anclar nuestro optimismo sobre su potencial para nuestro país. Desde el inicio de la ‘revolución del shale’ en Estados Unidos durante 2008 a la fecha se produce prácticamente 50 por ciento más gas. Si extrapolamos el efecto a México a partir de la producción actual, el volumen de nuestras importaciones de gas se habría reducido en por lo menos la mitad y hubiéramos rebasado nuestros máximos históricos de producción. Además, de acuerdo con un análisis del Council of Foreign Relations (CFR), tan sólo el desarrollo del shale (aquí incluyendo gas y petróleo) generó unos 200 mil empleos directos en Estados Unidos, además de una serie de externalidades positivas en las economías de los estados clave. Ajustando por tamaño de población, esto sería equivalente a unos 70 mil empleos en México.

Claramente, si logramos generar una ‘revolución shale’ como la que Estados Unidos desarrolló, nuestra industria productora de gas pasaría de menguante a boyante. Pero, ¿qué tanto potencial shale tiene México y qué tanto podríamos producir?

De acuerdo con las estimaciones más recientes, México ocupa el sexto lugar a nivel mundial (muy cerca de Canadá y Estados Unidos, quinto y cuarto respectivamente) en cuanto a recursos de shale ‘técnicamente recuperables’.

¿Qué es el shale?
Los términos ‘recursos no convencionales’, ‘shale’ ‘esquisto’ o ‘lutitas’ se emplean para describir gas y petróleo que se encuentran atrapados en rocas de muy baja permeabilidad. Esto significa que los hidrocarburos no ‘fluyen’ a partir de la perforación de un pozo tradicional. Para producir el gas (o petróleo) shale, se necesita estimular mecánicamente a los pozos—lo cual se hace a través de la fracturación hidráulica o fracking. A grandes rasgos, la técnica consiste en inyectar agua acompañada de una pequeña dosis de surfactantes a gran presión para generar grietas milimétricas en la roca que permiten que las pequeñas moléculas de hidrocarburos fluyan hacia la boca del pozo. Esta técnica se ha empleado de forma segura decenas de miles de veces en Estados Unidos y otras partes del mundo desde hace varias décadas.

Para entender más, te recomendamos este video (en inglés)

Conforme las mejores oportunidades de shale en Estados Unidos se agotan, la demanda mundial sube y el precio del gas comienza a repuntar, el shale mexicano (gas y sus condensados) podrían empezar a despegar (p. 104 del MEO). Aunque en el muy corto plazo se estima que la producción sea relativamente pequeña, prácticamente todo el crecimiento en la producción de gas natural a partir de 2030, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, vendrá de no convencionales—que llegarían a representar hasta un 25 por ciento de la producción total. Bajo este escenario, el gas ‘no asociado’—el gas que se obtiene como producto central de un proyecto—representaría más de la mitad de la producción nacional para 2040.

Los retos que enfrentaremos

Esto no significa que el desarrollo shale se dará en automático. Para nada. El desarrollo de la industria de shale en Estados Unidos, por ejemplo, ha favorecido a México por haber trazado el camino tecnológico y, desde la perspectiva del consumidor, por darnos acceso a gas barato. Pero, desde la perspectiva de la producción nacional de gas, representa un enorme reto. Va a ser difícil competir con una industria shale no sólo madura a lo largo de todos los eslabones de la cadena de proveeduría y producción sino hiper-competitiva.

Sin embargo, sí el reto se enfrenta con auténtica visión de largo plazo, si se construye un marco pensado para desarrollar la competitividad de la industria y su proveeduría en el país, el shale mexicano podría eventualmente convertirse en un motor económico y de innovación tan potente como el shale estadounidense ha sido. Algunas de las claves para construir ese marco están resumidas en este otro artículo de Pulso Energético.

Bajo las condiciones correctas, hay razones para creer que no sólo podríamos alcanzar el potencial de producción de largo plazo que aquí explicamos, sino que se podría alcanzarlo más rápido e inclusive superar en tamaño. No hay que olvidar que, a la revolución del shale estadounidense—disruptiva por naturaleza—se le ha subestimado prácticamente en todos los documentos de planeación. En 2009, de hecho, la Agencia Internacional de Energía ni siquiera incluía al shale gas en su Outlook para Estados Unidos. Tres años después, estaba reportando que una cuarta parte de la producción ya provenía de esta fuente.

Previous Article

Buscar el valor sobre el volumen

Next Article

John Padilla: El descubrimiento de Eni – lo que esto significa para México y la reforma energética

Recomendaciones

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *