Activos varados

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Por Paul Alejandro Sánchez Campos

Uno de los debates en torno a la industria petrolera es si el petróleo se va a acabar o si se va a dejar de utilizar como insumo para generar energía. Se ha pasado del escenario que propone que el petróleo se va a agotar y el mundo quedará sumido en una crisis de escasez, al escenario que sugiere que el petróleo no sólo no se va a acabar, sino que mucha de la riqueza guardada en estos activos desparecerá gradualmente, es decir, que perderá su valor.

Esto quiere decir que, hoy en día, existen más reservas de petróleo probadas y probables de lo que se estima que se podrá consumir. Parte de esto se debe a las demandas sociales sobre la transición energética y otra parte por el incremento en la eficiencia del consumo de combustibles. Esto nos invita entonces, a empezar a pensar en el debate de los activos varados.

La historia ya nos ha dado algunos ejemplos de activos varados. Uno de estos ejemplos ocurrió durante la denominada fiebre del caucho a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en la región del Amazonas, en Sudamérica. La revolución industrial en Europa y en Estados Unidos impulsó la demanda por caucho, un material que se encontraba exclusivamente en esta zona.

El caucho era utilizado para la elaboración de muchos productos como mangueras, bandas, suelas de zapatos, pero lo más importante, para sostener la creciente demanda para la elaboración de llantas para bicicletas y, posteriormente, de automóviles. Esto condujo a un incremento en la demanda de caucho que se convirtió en una materia prima sumamente deseada y con un alto valor de mercado.

Sin embargo, con el desarrollo de la industria petroquímica se desarrolló caucho sintético o polímeros que destruyeron completamente la demanda que había de caucho natural. No es tema para este espacio, pero el efecto causado en la economía brasileña fue devastador; muchos de los recursos que llegaron al país terminaron finalmente por desaparecer o se invirtieron en elefantes blancos, como edificios con arquitectura europea o ciudades que quedaron abandonadas.

En fechas recientes, el carbón se está convirtiendo en un activo varado. Entre más avanzan las tecnologías para generar electricidad con fuentes renovables o más limpias como los ciclos combinados de gas natural, al tiempo que se incrementan las demandas sociales para asumir con seriedad los compromisos de la agenda internacional como el Acuerdo de Paris, son cada vez más los bancos, fondos de inversión e instituciones financieras que han declarado que ya no financiarán más proyectos que utilicen carbón mineral.

Esto ha conducido a que empresas con grandes reservas de carbón comiencen a perder valor en sus acciones o, en algunos casos, se vayan a la quiebra. Entre los países donde esto ya es una realidad se encuentran Estados Unidos, Canadá, Australia e, incluso, China y la India, cuyas prospectivas de demanda todavía requerirían de carbón en el mediano plazo.

Si bien se espera que el petróleo y principalmente el gas natural tengan una vida económica más larga que el carbón, es importante tener en cuenta que el crecimiento de las reservas y la desaceleración de la demanda de petrolíferos podrían conducir a una reducción de requerimientos de los derivados del petróleo y, por ende, del petróleo crudo en los próximos 50 años. Por ello, es importante empezar a planear la posibilidad de que México se quede con activos varados y reducir los riesgos que esto conlleva.

En este sentido, si se quiere evitar disminuir la cantidad de activos varados y obtener todavía un retorno considerable, es importante generar un cambio de timón con esta perspectiva en mente; de tal forma que se requeriría el desarrollo de una política petrolera que potencie el desarrollo de gas natural e incremente de manera importante las actividades de exploración y producción de hidrocarburos en el país.

Esto implica poner sobre la mesa del debate público dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, la cuestión de la gestión de los recursos del país, lo que implica evaluar si un desarrollo acelerado de los hidrocarburos se puede realizar sólo con asignaciones a la empresa productiva del Estado y sus esquemas de participación con las empresas privadas, o bien, si debemos volver al esquema de rondas petroleras que invite a las grandes empresas -públicas y privadas, mexicanas y extranjeras-, a explotar de forma óptima los recursos petroleros de la nación.

En segundo lugar, se debe plantear en la discusión nacional el rol de los yacimientos no convencionales y el uso de la fractura hidráulica. La fractura hidráulica, o fracking, ha sido ampliamente criticada por cuestiones ambientales, de seguridad industrial y gestión de recursos hídricos. Sin embargo, no es posible dejar de lado el rol de esta técnica en la revolución del shale en Estados Unidos y que permitió al país incrementar sus reservas, producción de gas natural y petróleo, exportaciones, además de mejorar su balanza comercial energética.

Si estos dos puntos no son considerados, entonces México corre el riesgo de tener una gran cantidad de sus recursos como activos varados y éstos podrían dejar de tener el valor con el que actualmente cuentan en los próximos años. En esta decisión, sin embargo, el tiempo no es nuestro aliado pues, si consideramos que el desarrollo de campos en aguas profundas puede tomar 10 años en exploración y 20 o 30 años en explotación, entonces no tenemos mucho tiempo que perder.

En suma, tenemos varios temas que deben ser incluidos en la formulación de la política petrolera mexicana para los años por venir: 1. El riesgo y valor potencial de los activos varados que podría dejar el país; 2. La proporción óptima entre contratos y asignaciones; 3. La viabilidad técnica, económica ambiental y de seguridad industrial de desarrollar los yacimientos no convencionales, particularmente los que requieren fracking; 4. La velocidad de la implementación de la agenda de transición energética en el país; y 5. La dependencia de las finanzas públicas respecto a los ingresos petroleros.

La tarea no es fácil y no hay una sola respuesta que sea la correcta, pero lo que es indudable es que no tenemos todo el tiempo del mundo para decidir la estrategia. Es momento de definiciones en la política petrolera nacional o aumentará el riesgo de activos varados que poco servirán a las futuras generaciones.

Paul Alejandro Sánchez Campos es Doctor en Políticas Públicas y cuenta con 14 años de experiencia en el sector energético.

Twitter: @paulalejandros


Las afirmaciones y opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva del o los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de Pulso Energético ni de la AMEXHI.

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