La segunda revolución energética del siglo XXI

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Por Marcos David Silva Castañeda

Hasta inicios de 2010 la primera revolución energética del siglo XXI llevó a los Estados Unidos a perfilarse como el principal productor de crudo en el mundo. Como toda revolución, ésta implicó una irreversible transformación que incrementó, globalmente, la oferta de petróleo en niveles nunca vistos. Los Estados Unidos pasaron de ser uno de sus principales demandantes a convertirse en su más importante oferente. Por si fuera poco, alcanzaron las reservas petroleras más grandes del planeta. Desde entonces, el mapa energético mundial cambió. Sin embargo, México no entendió la metamorfosis energética que se estaba produciendo, llegamos tarde al nuevo Upstream de la primera revolución energética del siglo XXI, a grosso modo los principales cambios fueron:

  • Diferentes avances tecnológicos redujeron los costos de exploración, descubrimiento y extracción de petróleo y gas (Upstream).
  • La tecnología facilitó la extracción, pero no eliminó los riesgos de una exploración fallida.
  • Los riesgos sistémicos y no sistémicos del Upstream permitieron asignar un precio al riesgo de extracciones fallidas, lo que incrementó los montos de petróleo y gas globales, en el mediano y largo plazo.
  • El nuevo mercado del Upstream permitió que inversionistas de diversos tamaños absorbieran el riesgo a través de contratos de concesión o licencias que, eventualmente, si se encontraba petróleo o gas, permitían la reducción de los costos de extracción, en los casos exitosos, además, el incremento de la producción de petróleo y gas mundialmente.
  • La disminución de costos incrementó los rendimientos de las inversiones petroleras creándose un círculo virtuoso. Un hecho significativo que da una idea de magnitud de los cambios energéticos de los cuales hablamos: Arabia Saudita dejó ser líder en la producción de petróleo en el mundo.
  • El aumento de oferta de gas y petróleo global llevó a una razonable disminución de los precios de los energéticos dándole un segundo nuevo aire a los hidrocarburos.
  • La primera revolución energética del siglo XXI cambió de dirección, dejó de ser un mercado de demanda a otro en el que las empresas petroleras compiten por los consumidores, el stock mundial de petróleo se incrementará continuamente, algo impensable en 1970.

La Ley preferente en materia energética, enviada por el Ejecutivo al poder Legislativo de la Unión, en enero de este año, resulta preocupante ya que, sin reconocer la primera revolución energética del siglo, elige una dirección contraria a lo que ya podemos vislumbrar como la segunda revolución energética del siglo XXI con sus respectivos cambios económicos irreversibles.


La energía verde provocará que los costos de producción de petróleo y gas sean cada vez menos competitivos lo que, eventualmente, provocará su desplazamiento y sustitución por una disminución inevitable de la demanda de petróleo, su precio disminuirá hasta un punto en que, será incosteable su extracción, por no mencionar su almacenamiento. En algún momento de 2030 o 2040, será más costoso tener una reserva de petróleo que venderlo, dicho de otra forma, tarde o temprano, en algún momento del siglo, nadie querrá petróleo aún si se lo llegaran a regalar.


En México no solamente no hemos entrado de lleno a la primera revolución energética, no estamos reconociendo una segunda que está en ciernes. México va a contracorriente del mundo, negando, increíblemente, la lógica comercial. Desconoce, en los hechos, la relevancia que tendrá la lógica ambiental en esta nueva revolución energética. Asistimos a la configuración de una nueva economía verde que será inevitable: el fin de los hidrocarburos como fuentes de energía, el desplazamiento del petróleo y el gas por energías renovables que redundará en un nuevo orden económico del cual dependemos, pero que, incomprensiblemente, no estamos acompañando, y sí, ingenuamente, ignorando.


Ante ese escenario, podemos ponderar la pertinencia de estas alternativas: 1) Tener un pie en la primera revolución energética, y otro en la segunda que está en ciernes. 2) Aprovechar no combatir el Upstream del siglo XXI, hacerlo provocará pérdidas fiscales y económicas. 3) El petróleo llegará a tener un precio negativo, debemos liquidar los activos petroleros oportuna y redituablemente ante el final de la era del oro negro. 4) El país enfrenta un problema de minimización de riesgos con una maximización de beneficios. 5) Necesitamos una infraestructura binacional de energía verde México-EUA. 6) En esa lógica debemos establecer cuándo los automóviles de combustión interna dejarán de circular, cuándo abandonaremos el consumo de gasolina.


Son incipientes estas recomendaciones, mas, no aparecen en el actual horizonte nacional, tal vez esto justifique su perentoria urgencia.

Marcos David Silva Castañeda es profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.


Las afirmaciones y opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva del o los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de Pulso Energético ni de la AMEXHI.

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