Dos mitos y realidades sobre el fracking

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El desarrollo de shale en Estados Unidos tomó al mundo por sorpresa, transformando a ese país de un productor de gas y petróleo en declive a la gran potencia mundial en el tema.

En torno a este profundo cambio, se han generado una serie de mitos que, si bien pueden partir de preocupaciones genuinas, han desvirtuado la conversación sobre una fuerza transformativa.

Aquí exploramos un par de los principales mitos.

Mito: El fracking contamina el agua.
Realidad: con buenas regulaciones y prácticas de seguridad, el fracking es muy seguro.

Explicación «física»

El fracking ocurre miles de metros debajo de la superficie, muy lejos de los mantos acuíferos. Varias capas impermeables de roca separan al gas y petróleo obtenidos e impiden su migración hacia arriba, rumbo a los mantos acuíferos.

Además, los pozos utilizan varias capas de tubería de acero y un revestimiento de cemento, que previene que el interior del pozo tenga contacto con el exterior. Si se siguen prácticas apropiadas de seguridad, es prácticamente imposible que los líquidos e hidrocarburos tengan contacto con el agua.

Explicación regulatoria

La Environmental Protection Agency revisó, recientemente, todas las evidencias científicas disponibles sobre el tema. Su conclusión—además de permitir que la práctica continúe siendo empleada a nivel nacional—es que sólo bajo algunas circunstancias, (prevenibles a través de regulaciones responsables) hay impactos negativos del fracking sobre la calidad del agua

Es importante tener regulación que requiera tanto características de seguridad en los pozos como una apropiada vigilancia de su integridad física y mecánica, tal y como lo hace la nueva regulación de la ASEA.

Mito: El fracking causa sismos
Realidad: la actividad sísmica generada directamente por el fracking es prácticamente imperceptible.

Explicación física

Una operación típica de fracking implica presurizar a un volumen limitado de roca (miles de metros debajo de la superficie) por un periodo corto de tiempo—por lo general, un par de horas.

Esto, aunque sí genera ‘eventos micro-sísmicos”, su intensidad es equivalente a un galón de leche golpeando el piso al caerse de una repisa de la cocina, de acuerdo con Mark Zoback, uno de los sismólogos más reconocidos del mundo. “Evidentemente, estos eventos no generan un riesgo para la comunidad”.

Explicación regulatoria

En Oklahoma, se ha relacionado a la industria shale con un repunte en la actividad sísmica. Sin embargo, los estudios científicos han concluido que los culpables son unos pocos pozos de desecho donde se inyectan fluidos de forma contínua que están muy cerca de fallas tectónicas, y no los pozos productivos de shale.

En México, las nuevas regulaciones de la ASEA previenen que se perforen ese tipo de pozos de desecho cerca de fallas geológicas.

Es importante no perder de vista que, en Estados Unidos, decenas de miles de pozos—prácticamente todos sus pozos modernos de gas—utilizan fracking. Hay un consenso científico generalizado sobre que los riesgos que representa son gestionables y, por lo tanto, es una práctica que continúa usándose e incentivándose.

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